Tailandia: Una mezcla de tradición y modernidad

Un paraíso de Asia en el que recorrí desde los tradicionales templos hasta las paradisíacas playas color esmeralda. Dos semanas sin tanta programación, pero visitando lugares soñados, aquí te lo cuento.

Bangkok

Este es el punto de partida, la capital del país. Bangkok te recibe calurosa, enérgica y caótica. Los contrastes se superponen entre avenidas gigantescas, rascacielos con azoteas en las que soñar con comerte el mundo parece inevitable.

La parte tradicional merece una visita, los templos y los palacios reales muestran la riqueza cultural de este país, como el Wat Pho o el Wat Arun, templos que quedan cruzando el río de oro. Los mercados flotantes merecen sacarles el tiempo, llenos de tiendas de artesanías, comida y gente local. Actividades llena de turistas, pero que vale toda la pena. 

Por la noche, ir a Chinatown es una experiencia religiosa. Ver tanta gente local, comida callejera con insectos comestibles, spas abiertos que te garantizan el mejor masaje, mercados nocturnos llenos de ropa y souvenirs. Es un excelente lugar para empezar la noche. Conocí a un grupo de personas allí, y con ellos, comimos en uno de los puestos mientras conversábamos bebiendo la famosa cerveza Chang Classic. Luego, ir a Khao San Road  es un auténtico delirio nocturno en el que bailarines, artistas, ladyboys, te invitan a quedarte más tiempo. También te sorprendes cuando al caminar suena de fondo Bad bunny, Karol G o alguna canción latina en los bares y discotecas de la concurrida calle.

Chiang Mai

Luego de unos días movidos y de mucho caminar en la capital, viajo hacia el norte en busca de un poco más de ligereza. Llego a una ciudad con menos gente, pero lleno de freelancers, nómadas digitales, hippies y mochileros que disfrutan de la variedad de templos, cafeterías, tiendas locales, tiendas de masajes y coworkings que es fácil de encontrar mientras se recorren las curiosas calles. Es una ciudad que está preparada para que te amañes y te den ganas de quedarte más tiempo.

Pitchi

En el norte del país, esta provincia es conocida como la tierra de los cocodrilos. Mientras la recorro puedo ver los extensos campos de arroz, esta vez, inundados por las lluvias. Hay mucho verde, naturaleza y cascadas. Un gran plan es ir a un café a las afueras y rodeado de muchas montañas, se llama Pino Latte. Me encuentro con una vieja amistad así que los planes que hago son con ella y su familia, un encanto de personas. Me cayó muy bien días de mucha hospitalidad y atenciones.

Krabi

En Krabi por fin conozco las paradisíacas playas. Escoger un hotel cerca de la playa es la mejor opción. Perseguir el atardecer es el objetivo. La playa principal, Ao Nang, congrega a todos los viajeros que estamos allí para sentarnos, expectantes de un verdadero espectáculo del cielo. Muchos con cámara en mano, amigos al lado y cervezas para celebrar.  Mientras, se ven algunos artistas con sus bandas cantando mientras el sol se pone. Un verdadero “Qué momento pa´estar vivo”.

El plan aquí es visitar alguna de las cientos de islas que conforman esta zona. La ruta más popular es ir a Phi Phi, sí, la playa que Leonardo Dicaprio popularizó con su famosa película The Beach. Hacer buceo y snorkel es mi actividad preferida. El agua es tan azul y despampanante que parece irreal. 

Otra playa hermosa es Hong Island. Se llega en lancha y las impresionantes rocas te hacen dudar de si lo que estás viendo es real. Las actividades acuáticas también son las favoritas. Hay un camino hacia unas cuevas escondidas, un mirador para ver las formación rocosa que desde las alturas agradeces la magia de la naturaleza y una extensa playa para tomar el sol.

Pienso en cuánto tiempo podría vivir allí en esa vibra hippie, bohemia y descomplicada que tanto me gusta, cuántas islas necesitaría visitar para cansarme del paisaje, cuántos desayunos frente al mar bastarían para normalizarlo y cuántas veces la soledad buscada te da exactamente lo que necesitas. 

Bangkok (De nuevo)

De regreso nuevamente a la capital del país para finalizar este viaje y volver a casa. Tailandia me dejó varias reflexiones y la principal es que uno cree que viaja solo, pero en realidad uno nunca está solo. 

Este viaje fue crear conversaciones con desconocidos, fue usar el traductor para hacerme entender,  fue ir a uno de los rooftops más famosos de la ciudad para tomarme un cóctel con un par de chicos que conocí en un tour, fue compartir transporte con alguien a quien ni le conocía el nombre, fue ir a un bar clandestino para ver un show para adultos,  fue intercambiar cuentas de instagram con mucha gente nueva, fue tener un nuevo crush extranjero, fue probar comida que nunca pensé probar, fue conocer diferentes contextos y realidades, fue aprender a decir adiós con tristeza con el viajero que recién conozco. Este viaje, fue para atesorar los momentos diminutos y acontecimientos diarios que te enseñan lo importante de la vida. 

Terminé dos semanas, con una mochila mucho más llena de ropa sucia y uno que otro souvenir, ratificando eso de que la vida siempre te lleva donde debes estar. Este viaje fue la confirmación de que las personas, como los lugares, nunca llegan por casualidad. 

Una respuesta a «Tailandia: Una mezcla de tradición y modernidad»

  1. Avatar de
    Anónimo

    Hay que ir a Tsilandia, bendiciones

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