Cuando decidí que iba visitar Wellington sabía que quería devolverme en tren. Había escuchado que era un trayecto fascinante con las mejores vistas panorámicas de la isla Norte de Nueva Zelanda. Así que eso hice. Me fui en avión hasta la capital del país, pero regresé en tren en un trayecto de 12 horas más o menos.
Me despierto temprano en el hostal. Me arreglo. Alisto mis cosas y me voy hacia la terminal de transporte de trenes de la ciudad. Hago check in y espero a que el tren esté listo para salir.

Son las 8:00 a.m. y el tren está retrasado. Algunos pasajeros siguen ingresando y yo espero con ansias que pronto podamos salir. Unos minutos después, salimos rumbo a nuestro destino.
Viajo sola. Pongo mi tote bag en el asiento de al lado lleno de snacks, un libro y mi kit de escritura. Cuando me preparaba para este viaje, me senté en mi cama e hice una curaduría de las cosas que quería llevar a la mano para especialmente ponerme a escribir: marcadores, lapiceros de colores, washi tapes, sticker y mi cartuchera. Ese era mi objetivo, escribir todo el trayecto, pero la verdad es que eso solo lo hice 20 minutos al final del recorrido. No todo lo que se planea, sale.
En mi mente tenía muchas ganas de ver este paisaje. Quería aprovechar este trayecto y hacer mil cosas: un video, una publicación, quería leer, quería sentirme como en una película, pero la verdad es que en un abrir y cerrar de ojos, se me pasaron casi 12 horas y lo único que hice fue: tomar fotos por la ventana, comer mis chucherías favoritas, caminar por el tren, dormir, pensar -en nada y todo-, pero sobretodo contemplar.
Hay algo vintage y hasta retro de viajar en tren, tal vez por eso me gusta tanto este medio de transporte. Me gusta ver como cambia el paisaje, como cambia un escenario tan rápido a otro, pero lo que me gusta más es el poder de observación tan increíble que nos regala.
Me sorprende que las vías atraviesan por lugares por lo que no pasa ningún otro medio de transporte. De a ratos, el tren va en el mismo sentido que alguna autopista, pero después atraviesa túneles, puentes, acantilados, orillas de algún lago, pasa a pocos metros del patio de alguna casa, avanza entre montañas y así.
Me sorprende la cantidad de animales que veo. Me rio sola viendo como las ovejas y las vacas corren en sentido contrario a las vías cuando escuchan el tren acercarse a sus corrales. Trato de adivinar la población de los pequeños pueblos que pasamos. Imagino los cambios en las fachadas que yo haría si esas fueran mis casas. Observo los tendederos de ropa y las cosas viejas que la gente seguramente esconde detrás de las casas pensando que nadie más las verá. Me quedo hipnotizada al ver una de las montañas más lindas cubrirse de nieve.

Mientras miro por la ventana, pienso en la historia de los trenes en Colombia. Pienso cómo sería si la red ferroviaria volviera a funcionar. Pienso en quienes alcanzaron a viajar por esos trenes. Pienso en quienes en este momento están abordando algún tren de alguna ciudad del mundo. También trato de recordar en cuantos trenes me he subido en la vida y no alcanzo a tener un número.
Pienso que sería chévere tener un drone que subiera por los cielos y filmara desde lo alto el trayecto del tren mientras me veo pensativa por la ventana.

También pienso en quien se inventaría esa frase de “te va a dejar el tren” cuando llegas a cierta edad y me preguntó ¿será que hay gente que se mentaliza en eso? ¿será que realmente nuestra vida se basa en la espera o en la atención puesta en ese único tren que pasa una sola vez? ¿quién dijo que hay solo un tren? ¿Quién dijo que pasa sólo una vez? ¿Y si en realidad son muchos trenes?. En fin, pensamientos sueltos que me visitan.
Me levanto y camino un rato por el vagón, quiero ver qué hace el resto de la gente. Algunos miran películas, otros trabajan en sus computadores, algunos duermen, escuchan música, leen, comen, miran por la ventana, otros toman fotos.
Salgo a la terraza abierta del tren y hace frío, mucho frío. Y aunque pareciera que el tren no va rápido, va muy rápido. Tomo fotos y videos rápidamente. Pienso que qué pereza estar tomando fotos de todo, pero también que si no tomo, no tendré un recuerdo de ese momento. Me entro a los vagones nuevamente, porque el frío empieza a congelarme las manos.

Durante el recorrido, el tren va contando la historia de los lugares que vamos pasando, junto con datos de interés que pueden interesar a los pasajeros. Al inicio nos obsequian unos auriculares para escuchar esta información.
Me quedo dormida un rato. Despierto y sigo contemplando por la ventana. Pienso que quiero escribir, pero me da pereza sacar todo. Lo dejo pasar. Me pongo a escuchar música y nuevamente, me pierdo en el paisaje. Al rato, decido que finalmente sí voy a escribir y lo hago ininterrumpidamente por 20 minutos. Me quedo decorando las hojas con stickers y papelitos que guardé del viaje en Wellington, y luego, guardo todo nuevamente.

Cae la noche y nos avisan que faltan unos minutos para llegar a The Strand, la estación terminal en el centro de Auckland. El tren desacelera. Me gusta entrar a las ciudades así, ver el paso de los suburbios al centro, tener un panorama arquitectónico desde la ventana. Ver las luces de los rascacielos.
A las 7:45 p.m el tren abre las puertas y todos nos alistamos para salir. Afuera hace 10 grados. Espero mi maleta y luego pido un Uber para regresarme a casa.
Se acaba esta hermosa travesía y confirmo que amo los trenes. Que quiero viajar en más trenes. Que hay que viajar en más trenes. Que la vida es como los trenes. Son oportunidades, Son momentos, Son decisiones. Que los trenes siempre abren sus puertas para que podamos subir o bajar las veces que queramos. Que el tren no te va a dejar porque los trenes siempre pasan.
*Aquí puedes ver un reel que hice con todo el recorrido: https://www.instagram.com/p/C823QrSSuEi/
Aquí información básica del viaje:
- Compañía: Great Journeys Of New Zealand y la ruta que hice fue Northern Explorer Train de Wellington a Auckland.
- Trayecto: La compañía ofrece viajes tres veces por semana. El trayecto dura entre 11 a 12 horas, con paradas de pocos minutos en cada una de las estaciones que son: Auckland, Hamilton, Otorohanga, Taumarunui, Tongariro National Park, Ohakune, Palmerston North y Wellington.
- Precio: El precio del tiquete Wellington – Auckland fue de $199 dólares neozelandeses (Precio junio de 2024) y lo compré con tres semanas de anticipación. Lo más fácil es comprarlo directamente en el sitio web de la empresa https://www.greatjourneysnz.com/
- Comida: El tren tiene un café en el que puedes ordenar desayunos, almuerzos o cenas, así como bebidas, snacks y helados. Para tener durante el viaje, te recomiendo llevar los pasabocas de tu preferencia pues la oferta no es tan amplia.
Gracias por llegar hasta acá.
Dori 🐠
Una respuesta a «Los trenes siempre pasan: Viajando de Wellington a Auckland en tren»
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Angelina
La historia del tren en Colombia fue muy corta; que distinto sería nuestro país si se tuviera este importante y fascinante medio de transporte.
Afortunada tú, por viajar en tren y disfrutar de esos inimaginables y maravillosos paisajes…de eso se trata…tomar un tren cada vez que pase.
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