
¿Cuándo fue la última vez que enviaste una postal?. Tal vez no lo recuerdes o ni siquiera lo hayas hecho.
En este mundo hiperconectado en el que estamos inmersos, un mensaje de WhatsApp parece ser adecuado, una publicación en Instagram parece ser suficiente para saber dónde están nuestros conocidos y un correo electrónico resulta formal para avisar algo importante.
Si uno hoy revisa el buzón de la casa, es probable solo encontrar recibos, tarjetas del banco, paquetes o una que otra publicidad, pero no cartas de amigos ni postales provenientes de algún lugar lejano, como antes.
Tomarse el tiempo de escoger una tarjeta, escribir algo a mano, enviarla y así mismo, recibirlas de forma física, es algo que me emociona demasiado. Lástima que hoy esto es una tradición que se esfuma.
Me acuerdo que viviendo en Nueva Zelanda, un par de veces me animé a enviarle un par de postales a mi familia aquí en Colombia con los mejores paisajes del país. A los amigos del camino también les enviaba cada que sabía que se habían movido a otras ciudades y países con algún mensaje o actualización de mi vida.
Esos amigos, al par de semanas, me escribían por WhatsApp agradeciendo el gesto o me enviaban una de vuelta, mientras yo me preguntaba por qué luego de meses, mi familia no me notificaba que también las habían recibido. Cosa que ignoré.
El pasado diciembre (2024) en las festividades decembrinas luego de una descarga de nostalgia, me animé a querer enviar algunas postales para mis más cercanas amigas que ahora están viviendo en Brasil, Alemania y Nueva Zelanda. Con lo que no contaba era con lo difícil que iba ser enviarlas a sus destinos.
Reto 1: descifrar cómo se hacen los envíos
Caigo en cuenta que nunca me he preguntado por qué no tenemos buzones postales en las calles (así como en las películas) o a dónde se va para enviar una. ¿Será que si la dejo en el casillero de mi edificio, algún mensajero la recogerá y se la llevará?.
Le pregunto a algunas personas y me sugieren ir a DHL, Servientrega ó Envía.
Incluso de forma jocosa le pregunto a mi papá y me dice que para qué me desgasto si “eso en WhatsApp se demora tres segundos” (río para no llorar).
Tal como me sugieren, decido ir a la oficina de DHL. Pregunto por lo que quiero enviar y me dicen que no envían postales, pero que si deseo enviar un sobre como documento tendría un costo de $256.000 COP para alemania y para Nueva Zelanda $289.000 COP. Tiesa y calva quedé.
Al salir, no podía creer que eso me iba a costar el envío de una simple postal, así que decido buscar en internet como enviar una postal de forma económica desde Colombia. Encontré que la empresa postal oficial en Colombia es Servicios Postales Nacionales S.A, que usualmente se conoce como 4-72.
Decido llamar a preguntar cómo funciona el tema de los envíos postales a los números encontrados en su página web. Intenté varias veces y no tuve respuesta por teléfono, así que me voy a una dirección que me arroja Google Maps. Para mi sorpresa, el lugar resultó ser el centro de acopio y no una oficina. No había nadie que atendiera aparte de un celador que amablemente me indicó cómo llegar a la oficina principal.
Llegué al sitio, luego de perderme varias veces, y me encontré con una oficina sin nomenclatura, sin aviso, casi desapercibida en medio de tantos negocios comerciales de una zona en Santa Marta.
Allí me informaron que podía enviar postales solo comprando la estampilla que tiene un valor de $10.000 COP (Esto es lo que se paga por el envío y, al ser una postal, no tiene rastreo). Compré tres estampillas y me fui con la intención de volver al otro día con las postales listas para enviar. Salí aliviada porque por fin había encontrado la forma de hacerlo y lo mejor, de forma económica.

Reto dos: Encontrar postales
Si enviar postales ya me estaba pareciendo complicadísimo, comprarlas iba ser casi misión imposible (al menos aquí en Santa Marta). No venden postales y peor aún, hay gente que no sabe que es una postal.
El señor de la oficina en 4-72 me recomendó una tienda de souvenirs para turistas donde de seguro los iba a encontrar. Efectivamente fui. Y en un exhibidor viejo, rodeado de puros chécheres viejos, sobrevivían algunas postales deterioradas por el paso del tiempo y con imágenes de una santa Marta que ya no existe. Compré dos y me fui con la esperanza de encontrar mejores diseños en alguna otra tienda.
Me fui hacia el malecón de la Bahía y caminé la mayoría de sitios que vendían ropa, vestidos de baño, sombreros, llaveros, imanes, pero no lo que buscaba, postales.
Me sorprendió – y me dio risa- que en una tienda, le pregunté a la asesora que si vendían postales a lo que me respondió ¿y eso qué es?, reí internamente y me sentí vieja. Claramente una práctica cada vez más cerca de la extinción.
Me voy a Panamericana, una de las cadenas de librerías más grandes del país y encuentro un montón de tarjetas para navidad, cumpleaños, bautizos, pero no postales.
Me quedé con las feas y deterioradas que ya había comprado, desilusionada por no encontrar unas coloridas, con animales, comidas o paisajes actuales que mostrarán lo mejor de Colombia.

Redactar las cartas y enviarlas
En mi casa redacté las postales con ilusión deseando mis mejores deseos para las festividades navideñas, las decoré con stickers y le pegué las estampillas compradas. Al otro día, fui a la oficina de correos y las envié (con la poca certeza de que esas postales verían la luz).
Hoy ya se por qué mis padres nunca recibieron mis postales que con tanto amor mandaba desde Nueva Zelanda. Hoy comprendo de primera mano por qué sigo sin recibir las postales que algunos amigos me han enviado desde hace meses. ¿Será deficiencia en el servicio?, ¿será la práctica casi extinta?, ¿será el desconocimiento?, ¿será el crecimiento de las empresas privadas de mensajería?, no lo sé, pero qué lástima que una de las prácticas más lindas, esté pronto a desaparecer.
A día de hoy (enero de 2025), mis amistades no han recibido las postales enviadas en diciembre pasado desde Colombia. Quiero pensar que siguen viajando por el mundo y que pronto aterrizará en los buzones de sus destinatarios. No quiero perder la fe.
Si quieres ver todo el proceso de enviar una postal desde Colombia, te invito a ver este video aquí.
Una respuesta a «Enviar postales: una tradición que se esfuma en Colombia»
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Angelina
Mi hija querida, que extraño es que uno se muera en el intento, pero la fe sigue intacta y por eso hay esperanza. La verdad nunca llegó una postal ni una carta a casa… señal que el mundo tecnológico no deja avanzar al ser humano en sensibilidad, emociones y sentimientos; la extinción de las pequeñas cosas y carentes de valor monetario ha llegado y con el pesar de muchos que añoramos un pequeño detalle como es la letra de la mano de quien nos escribe plasmada en una hoja, esquela, postal eso quedó en la historia. Gracias
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