Cumpliendo una cita con el destino: Fiji

Fiji nunca estuvo en mis planes. Jamás de los jamases yo me iba a imaginar que estaría visitando esa maravillosa isla del Pacífico Sur, pero sin saberlo, estaba cumpliendo una cita con el destino. De un momento a otro, y de la nada, se me ocurrió que de regalo de cumpleaños quería ir a un lugar diferente e inimaginable y ahí fue cuando surgió la idea de ir a Fiji. 

Me aferré a la idea de que era ahora o nunca, y que si ese paraíso había pasado por mi mente, era una señal del universo. Y todo se dio en perfecta sincronía: el dinero para poder ir, la fecha perfecta, el permiso en el trabajo, la energía, las ganas y la gallardía. Compré tiquetes, busqué hostal y reservé actividades. Era un hecho, me iba a Fiji.

Viajar sola no es algo completamente nuevo para mí, pero siempre que decido hacerlo, al principio me entran unos nervios y un miedito sabroso,  aunque yo sepa que todo va a finalizar en goce y disfrute; pero preparar este viaje, en un hemisferio completamente desconocido y remoto, era todo un universo nuevo para mí.

Cada día disfrutado fue mejor que el anterior. Uno de los planes de este país es recorrer muchas de sus islas, así que casi todos los días fui a una diferente. También hice buceo, nadé con tiburones, llegué a la cima de una montaña, visité un templo hinduista, me bañé en aguas termales y fui a una fiesta en una plataforma flotante en medio de la nada. Me maravillé con el azul de sus aguas cristalinas y el verde de sus palmeras y montañas. Me contagié de la amabilidad de la gente. Me maravillé con la cultura y la vibra de la isla.

Cada día me sentí realmente feliz. Me sentí extasiada de estar en ese lugar y orgullosa de haberlo logrado. Era yo sola con el mundo, en uno de los lugares más bonitos que haya estado. Sentía que estaba ganando experiencia en la vida viajera, alegrías, recuerdos y ganas de más.

No entendía cómo Fiji, ese lugar tan rotundo y remoto, no tenía más fans y más visitantes, al menos no a mi parecer.

Al final de cada día uno se siente cansado pero no quiere dormir hasta tarde el otro día para no perderse ni un segundo de los paisajes. En muchos momentos seguía sin entender, cómo es que no conocen este lugar. Cómo es que no lo quieren ver. Cómo es que no hay más gente hablando de este paraíso. Es tan increíble que dan ganas de compartirlo (De hecho, lo compartí casi todo por Instagram. Comenta esta entrada con este emoji 🌴 si lo viste todo por allá). Solo pensaba que qué bonito sería que mis papas estuvieran ahí y lo pudieran disfrutar. Y que qué afortunada yo que lo estaba pudiendo ver.

Luego de 5 días, y cerrar el día en la fiesta flotante que mencioné en la mitad del océano, finalizó mi viaje. Ese día, pensaba camino al aeropuerto lo satisfecha que me sentía. Lo orgullosa que estaba de mí. De aventurarme a ir sola y poder conectarme conmigo. De poder ser yo. De haber soportado tantos días únicamente con mi compañía. De animarme a volver a viajar sola porque es algo que verdaderamente me gusta. A viajar ligera. A explorar mi soledad en lugares completamente nuevos. A sentirme más en paz conmigo. A soltar mis pensamientos. Este viaje me dio libertad. Fue el impulcito que necesitaba para recibir todo lo nuevo que viene, sea lo que sea que llegue.

Así que aquí voy, con mi mochila y mi journal recorriendo lugares que son especiales pero lo son más si los comparto. Por eso, de mí para mí y de mí para ustedes, este diario de mi viaje empieza hoy con Fiji.

Doriana 🙂

*En otra entrada dejaré la información básica del país, tips, recomendaciones y más para que por favorcito pongan este destino en su Bucket List, puedes leerla aquí*

 

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